martes, 11 de mayo de 2010

Qassis 1

Capitulo 1 de vuelta a Aesieff

Han pasado dos años desde la guerra. Finalmente la General Liass, Sacerdotisa de Aesieff regresa a su ciudad natal. Luego de recorrer las llanuras salvajes y pasar por algunos contratiempos Liass, Veirass y Daeraes, regresan con el resto del ejército de Aesieff, al rededor de mil hombres y mujeres sobrevivientes de un ejército de diez mil.

El sol se pone hacia el este mientras al norte se erige la ciudad en las faldas del volcán del mismo nombre con su recién construida muralla, medida desesperada en caso la fortaleza de Mclura fes Raduas, hubiese caído.

Los tres generales y el ejército miraron silenciosamente el nuevo muro; -Eso de nada hubiera servido- dijo Daraes, rompiendo el solemne silencio. El viento de la tarde se llevó sus palabras, como si nadie quisiera oír nada más del tema; de enemigos o de batallas. Habían pasado meses enterrando muertos y negociando arduamente con los Uaserdaen, Humanos y Raokek en Mclura, y ahora exaustos regresaban a casa.

Una promoción siempre es bien recidiva, sin embargo, las rectas facciones del rostro de Liass expresaban gran determinación, mientras hacía un esfuerzo por contener el llantoo por la pena de sus compañeros caídos. Apretando los puños como dándose fuerzas Liass susurró entre dientes lentamente -Sumo Sacerdotisa- y por unos segundos se quedó saboreando la ironía del nuevo título.

Finalmente llegaron a la ciudad, no hubo celebraciones, solamente miradas de gratitud y una que otra reverencia de los habitantes de Aesieff, cuya victoria parecía más una derrota. Las calles de piedra y sus edificaciones con columnas y estatuas clásicas, lucía vacía por la falta de algún hermano, padre o hijo que marchara a la batalla para no volver.

Al fin en el templo – Dijo Veirass con un suspiro. -Rómpan filas, pueden marcharse a casa- Dijo Liass mientras veía el enorme y majestuoso templo principal que hace poco tiempo albergó a más de un centenar de sacerdotes y sacerdotisas, ahora desierto y descuidado.

Quiero un inventario de los objetos valiosos del templo así como un balance de el capital – Dijo Liass una ves puso un pie en el templo- Si señora – respondió Daeraes y corrió a ver las arcas. - Dime Veirass cuántos quedamos, quiero decir sacerdotes y sacerdotisas.- Además de nosotros tres hay siete sacerdotisas y dos sacerdotes, prácticamente novatos.- Ya veo, dijo Liass mientras pasaban por la cámara principal del templo hacía los jardines de la parte de atrás al rededor del cual estaban las habitaciones de los sacerdotes. El jardín estaba marchito, y las fuentes que adornaban el centro estaban sucias y con aguas verdes por la falta de cuidados.

- Da el siguiente anuncio:-ordenó Liass- Por orden de la nueva Sumo Sacerdotiza, la señora Liass de Aesieff servidora de Vesra, desde el día de hoy y hasta nuevo aviso, todo aquel que manifieste el poder del fuego, tiene el sagrado deber de venir al templo para convertirse en sacerdote. Aquel que no obedesca esta orden será etiquetado como traidor a la ciudad, perseguido y castigado.- Y así Liass dictó su primera orden como la nueva Sumo Sacerdotiza de la Ciudad.

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